Mi relación con mi cuerpo no siempre ha sido hermosa.
Toda mi vida me conocí como una niña gordita, me convertí en una adolescente gordita y luego se detuvo. No se detuvo porque mi cuerpo lo quería. Dejé de hacerlo porque mi cabeza me traicionó y terminé dejándome llevar por un sinfín de inseguridades y prejuicios que me llevaron a una espiral de dietas, medicamentos y soluciones milagrosas que nunca funcionaron.
Terminé tomando el camino que era más fácil para mí: dejar de comer. El final de mi adolescencia y el comienzo de mi vida adulta comenzaron con un diagnóstico de anorexia nerviosa . Fueron años de lucha, años de sufrimiento, años de querer irme y mi cabeza no me lo permitía, años de terapia y una estancia hospitalaria en el medio.
En el 2006 mi vida cambió, conocí a una persona que me valoró, que me mostró lo mucho que era más que un cuerpo. Persona que hizo por mí lo que yo no podía hacer solo. Necesitaba ese empujón para darme cuenta que mi vida valía mucho más que cualquier opinión externa. Me di cuenta de que necesitaba gustarme a mí mismo antes de poder gustarle a otra persona.
El camino fue largo, pero ya estaba hecho.
A medida que fueron pasando los años, comencé a no importarme la opinión de los demás y a darle el valor que realmente tenía. Ninguno. Descubrí que mi confianza crecía a medida que me aceptaba a mí mismo. Con el tiempo, aprendí a quererme y hoy, a mis 37 años, me quiero mucho más que cuando tenía 20. Hoy, me doy cuenta de todas las debilidades que tuve, entiendo por qué tuve que pasar por ellas, pero sobre todo, sé que tuve que pasar por este proceso para convertirme en la persona que soy hoy. ¿Podría ser más fácil? Por supuesto. ¿Tendría el mismo efecto? Posiblemente no.
Así como hay días hermosos, también hay días tristes. Este “estado de ánimo” pasa a través de nosotros y eso está bien. Algunos días nos sentimos más bellas…otros menos. Algunos días tenemos confianza…otros menos. Pero darnos cuenta que al final del día lo que importa es estar felices con nosotros mismos, aceptar que no somos perfectos . Si pienso que debería hacer algo por mí estéticamente, “hagámoslo”. Pero siempre pensemos que lo hacemos por nosotros mismos. Que lo hagamos para de alguna manera sentirnos mejor y cultivar nuestro amor propio. Nada del resto importa.
El tema aquí somos nosotros. ¡Siempre nosotros!
Postre de leche condensada con coco,
Juana